ARTICULO 25

ARTICULO 25

Soy Hna. Norma,


Hoy te voy a hablar un poco de la más hermosa y divina oración que hay en la Biblia.


La Sagrada Escritura está llena de grandes y muy hermosas oraciones como por ejemplo la de Salomón donde pide la Sabiduría (1ra de Reyes) una de las de Abraham en (Genesis18), de Moisés del (Éxodo 32). Pero hoy te quiero hablar de una en especial, tal vez ya la conozcas y estés de acuerdo conmigo de que es  única, es sublime, aquí podemos ver la naturaleza y el corazón de Jesús.


Imagínate al Hijo hablando con su Padre celestial, cuantas veces oímos que Jesús se apartaba  a la montaña o a un lugar solitario para orar, y cuantas veces no nos preguntamos  de que hablaría con el Padre?, y aquí en esta oración no solo lo oímos dialogar con el Padre sino que clara y hermosamente escuchamos que le está hablando de nosotros, no solo de sus apóstoles sino de nosotros también, como si los apóstoles acabaran de pasar su examen final, los recomienda y los pide junto a Él.


Jesús toca varios puntos que se desarrollan en este, uno de sus cuatro Evangelios. (Sn. Juan 17)

Dicho, esto, Jesús elevó los ojos al cielo y exclamó: “Padre, ha llegado la hora; ¡Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te de gloria a ti!  Tú le diste poder sobre todos los mortales y quieres que comunique la vida eterna a todos aquellos que le encomendaste. Y esta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero., y al que tú has enviado, Jesús, el Cristo.  Yo te he glorificado en la tierra y he terminado la obra que me habías encomendado. Ahora Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado antes que comenzara el mundo. (Jn.17:1-5)


Cuando estaba con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre, pues tú me los habías encomendado, y ninguno de ellos se perdió excepto el que llevaba en si la perdición, pues en este había de cumplirse la Escritura. (Jn.17, 12-13).


No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno. (V.15) Conságralos mediante la verdad: tu palabra es verdad. (V. 17). Por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad (V.19). No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Vs. 20-21). Padre ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das, porque me amabas antes que comenzara el mundo.


Te invito para que leas todo el Capítulo 17 y lo medites y veas cómo estamos involucrados en esta hermosa y fraternal oración,  nos deja ver hasta la postura que toma cuando ora al Padre, elevando los ojos al cielo.  La vida eterna es nuestra meta final.


Hna. Norma

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